La incidencia de la diabetes está aumentando y se prevé que esta tendencia continúe en el futuro. Paralelamente, la carga socioeconómica crece y muchas organizaciones de atención sanitaria y profesionales médicos están teniendo dificultades para ofrecer un tratamiento para todo el espectro de síntomas y afecciones asociados a este trastorno metabólico crónico.
Se estima que hay cerca de 425 millones de personas con diabetes en el mundo y, si el índice de prevalencia se mantiene en el futuro, esta cifra aumentará hasta 629 millones de personas en el año 2045 como mínimo [1]. Esta previsión se basa en la suposición de que las medidas de prevención existentes y las nuevas potenciales no den sus frutos y no consigan reducir los índices de incidencia, junto con los índices de discapacidad y mortalidad.
Y la situación actual para este último supuesto dista mucho de ser halagüeña: en 2016 se produjeron al menos 1,6 millones de muertes asociadas directamente con la diabetes [2]. Dejando a un lado la mortalidad, el diagnóstico de la diabetes (de tipo 1 y de tipo 2) se asocia a un cambio considerable en la calidad de vida del paciente (dependiendo de la gravedad de la enfermedad). Las posibles complicaciones van de la disfunción eréctil y la neuropatía (diabética) a la retinopatía diabética y los pies diabéticos, que son el tema de esta publicación del blog.
El pie diabético es una afección compleja de las extremidades inferiores provocada por la hiperglucemia a largo plazo y su gravedad es distinta dependiendo del tratamiento de la diabetes y de la presencia de otras complicaciones médicas, especialmente las de naturaleza cardiovascular como la EAP. Naturalmente, estos factores adicionales agravan los daños provocados por otras complicaciones de la diabetes como la neuropatía, que deja al paciente con menos sensación de dolor, aumentando la posibilidad de sufrir heridas, ampollas e infecciones posteriores, conocidas como úlceras del pie diabético. Estas complicaciones son más difíciles de tratar, ya que el proceso normal de cicatrización se interrumpe por los cambios en el metabolismo generados por la diabetes y el flujo vascular limitado de nutrientes y oxígeno (debido a la aterosclerosis acelerada por la hiperglucemia).
Antes de profundizar en una lista de recomendaciones, los médicos de cabecera (y los diabetólogos) deberían comunicar a sus pacientes diabéticos la necesidad de reducir el riesgo de dichas complicaciones. Hemos resumido las estadísticas relacionadas con la epidemiología y la sintomatología del pie diabético, incluyendo las afecciones comórbidas más significativas.
La patología más común del pie diabético es la úlcera del pie diabético, que afecta al 15-25% de los pacientes diabéticos a lo largo de su vida [3].
Su manifestación es clínicamente significativa, no solo a nivel de las complicaciones relacionadas con su tratamiento y para combatir las infecciones, sino también por el simple hecho de que pueden preceder a amputaciones de la parte inferior de la pierna. Las estimaciones llegan al 84% y también cabe destacar que el diagnóstico de la diabetes en sí mismo conlleva un riesgo 15-20 veces mayor de sufrir una amputación (en comparación con el riesgo presente en personas saludables y no diabéticas) [4]. La amputación como tal conlleva un riesgo considerable de mortalidad, que va del 39 al 80% en los 5 años posteriores al diagnóstico [5]. Sin embargo, los pacientes con comorbilidades como la EAP se encuentran en una situación mucho peor en ese sentido [5]. Al menos el 20% de las personas diabéticas tienen EAP (sintomática), pero esta cifra se suele reconocer como una subestimación, ya que la EAP suele ser asintomática y obstaculiza el diagnóstico temprano (en ausencia de herramientas modernas de diagnóstico) [6].
A nivel de las otras afecciones médicas comórbidas: existen varias y en su mayoría afectan al sistema cardiovascular, como la EAP mencionada anteriormente, pero hay pocas tan peligrosas como la enfermedad arterial coronaria (EAC), que es la enfermedad cardiovacular (ECV) que mata a más personas en el mundo [7]. Los índices de morbilidad y mortalidad relacionados con las ECV son 2-4 veces más altos en personas diabéticas (tipo 2) que en personas no diabéticas [8]. Además, las personas diabéticas presenten índices superiores de discapacidad y reducción de su calidad de vida. Con todo, se pueden hacer muchas cosas para aliviar o incluso prevenir (en cierta medida) los efectos detrimentales de diversos síntomas y complicaciones, como el pie diabético, en la salud de los pacientes.
Los médicos de cabecera también tienen que inspeccionar los pies de sus pacientes diabéticos en todos los reconocimientos médicos, incluso si los pacientes no han notificado problemas, y estar alerta para reconocer síntomas de posibles afecciones comórbidas que no se hayan diagnosticado aún. Estas afecciones pueden provocar problemas graves y agravar las complicaciones existentes de la diabetes o sus propios síntomas.