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El futuro de la medición del índice tobillo-brazo (ITB)


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La enfermedad arterial periférica (EAP) puede ser una afección insidiosa con una creciente prevalencia y pocos, o ninguno, síntomas, pero puede diagnosticarse de forma fácil y rápida con dispositivos de diagnóstico modernos. El principal escollo para lograr este objetivo es el uso esporádico de dichos dispositivos y la lentitud de su adopción en los centros de salud.

Resulta adecuado caracterizar la EAP (también conocida frecuentemente como enfermedad arterial de miembros inferiores o EAMI) como una enfermedad con pocos síntomas, o que incluso es asintomática en gran medida, ya que solo el 10 % de los pacientes presentan síntomas típicos (es decir, claudicación intermitente), mientras que hasta el 40 % de los enfermos son completamente asintomáticos [2]. Por otra parte, el resto de enfermos pueden mostrar síntomas (dolor de pierna atípico) que pueden atribuirse a otras afecciones médicas, lo que impide un diagnóstico adecuado y a tiempo [1].

Incluso en los países desarrollados, este aspecto está muy relacionado con la frecuente falta de concienciación entre el público en general y, en algunos casos, con el conocimiento relativamente escaso de los médicos en relación con el diagnóstico de la EAP [2, 3, 4, 5]. Estos dos factores, junto con la falta o el uso esporádico de herramientas de diagnóstico modernas, contribuyen a la creciente epidemia silenciosa de la EAP (además de a una mayor prevalencia de los factores de riesgo).

El-futuro-de-la-medicion-del-indice-tobillo-brazo

Existe una serie de métodos de diagnóstico adecuados para detectar la EAP, pero algunos son más apropiados para el ámbito de la medicina general que otros (es decir, realizar una angiografía, que es el método más preciso y fiable, pero suele ser excesivamente costoso e inadecuado para el chequeo preventivo de los pacientes). Resulta mucho más adecuada una evaluación basada en el índice (de presión) tobillo-brazo (IPTB o ITB) que pueda medirse de dos formas que, aunque similares, son también muy distintas entre sí.

Otra opción es también un examen físico, complementado con un exhaustivo cuestionario (evaluación de factores de riesgo y posibles síntomas), pero su precisión y fiabilidad se basan ampliamente en la (in)experiencia y la pericia del examinador [6]. No obstante, hasta el examinador más diestro no puede competir con casi ningún método de diagnóstico moderno.

Por otra parte, el ITB es la mejor de ambas soluciones, ya que requiere un equipo relativamente asequible (en comparación con una angiografía) y pueden realizarlo profesionales sanitarios que no sean cardiólogos. Hasta hace poco, la mayoría de las mediciones del ITB se realizaban con una sonda Doppler y un tensiómetro. Este método, aunque es preciso y fiable, también puede generar falsos positivos si el examinador no tiene mucha experiencia práctica [7]. Asimismo, el procedimiento de examen completo suele durar un máximo de 30 minutos.

Los dispositivos de diagnóstico basados en el principio oscilométrico-pletismográfico son una opción mucho mejor, ya que son completamente automáticos (lo que elimina el error por parte del usuario) y pueden realizar la evaluación del ITB en tan solo un minuto, lo que les permite llevar a cabo el chequeo preventivo de un mayor número de pacientes (en el ámbito de la medicina general) [8]. Sin embargo, aún se puede mejorar, y una clase totalmente nueva de dispositivos de diagnóstico —destinados a abordar el mayor desafío en el ámbito de la asistencia sanitaria preventiva moderna: la comunicación eficaz entre los profesionales sanitarios— está abriéndose camino poco a poco en la medicina convencional.

Cuando la segunda opinión importa

Los dispositivos de diagnóstico modernos permiten a los médicos evaluar de forma precisa el estado de la EAP del paciente basándose en una medición del ITB y les sirven de ayuda para determinar la gravedad de la enfermedad, aunque pueden resultar de poca utilidad en casos especiales o dudosos. Por ejemplo: la puntuación del ITB de un paciente se calculó para que fuese superior al valor de corte bajo en un diagnóstico confirmado de EAP (normalmente, el 0,91), y el examinador no está seguro de si el paciente debería derivarse a un especialista, si necesita pruebas diagnósticas adicionales o si, simplemente, debería clasificarse como fuera de riesgo (la peor opción), reduciendo la puntuación del ITB a una nota al pie en su historial médico. Si el examinador no es el médico personal del paciente, el cual debería tener un conocimiento como mínimo básico del historial médico de su paciente, el profesional puede pasar por alto los factores (de riesgo) que cambiarían la clasificación inicial.

Los factores de riesgo de la EAP son numerosos e incluyen el consumo de tabaco, la diabetes, la edad, el peso, la hiperlipidemia, la hipertensión, el diagnóstico previo de enfermedad arterial coronaria (EAC) o de infarto de miocardio (IM) y de afecciones cerebrovasculares, el diagnóstico de enfermedad renal crónica (ERC), el historial familiar de la enfermedad e, incluso, el diagnóstico de enfermedad pulmonar obstructiva crónica (EPOC) [9-24]. Algunos de estos factores son evidentes para el examinador, como la edad y el peso, aunque la gran mayoría no lo son tanto. Ojalá hubiese una forma de que los historiales médicos del paciente estuvieran al alcance de la mano en todo momento.

MESI-mTABLET

MESI mTABLET ofrece justo eso y mucho más. Es un dispositivo de diagnóstico portátil y totalmente personalizable que, entre otras funciones, integra un sistema de gestión de historias clínicas electrónicas (HCE) denominado mRECORDS, que puede complementarse con aplicaciones disponibles en MESI mSTORE.

MESI mTABLET permite ejecutar de forma fácil y rápida una variedad de procedimientos diagnósticos (con módulos de diagnóstico inalámbricos adecuados), incluido el ITB, y guardar automáticamente los resultados en la HCE del paciente.

Por lo tanto, el examinador tiene a mano todo lo necesario para decidir el siguiente paso, incluyendo compartir los resultados con otros profesionales sanitarios (entre los que se incluyen aquellos que no son usuarios de mTABLET, pero tienen acceso a un PC, teléfono móvil o tableta).

El paciente también puede tener un ITB gravemente bajo, lo que indica una EAP en estado avanzado que puede progresar rápidamente a la fase de úlceras por insuficiencia arterial (heridas isquémicas) y derivar (si no se administra un tratamiento eficaz) en isquemia crítica del miembro (ICM). Al finalizar el chequeo, el examinador puede reenviar los resultados al instante a un cardiólogo para obtener una segunda opinión. Una puntuación del ITB muy baja, junto con posibles afecciones comórbidas, como EAC o diabetes (según se indique en la HCE del paciente), dará lugar probablemente a pruebas diagnósticas o al inicio del tratamiento.

El ITB también puede situarse al otro extremo del espectro, es decir, ser anormalmente alto. Una lectura rápida de la HCE revelaría probablemente un diagnóstico previo de diabetes y la posibilidad de padecer arterias no comprimibles (muy prevalente en los diabéticos y la causa de la obtención de una puntuación del ITB inservible desde el punto de vista diagnóstico), así como la necesidad de una evaluación del índice dedo del pie-brazo (IDB) (utilizando la combinación del dispositivo mTABLET con el módulo de diagnóstico del IDB) [25, 26, 27].

Otra situación típica donde resulta muy útil compartir la puntuación del ITB y otros datos es el tratamiento de heridas. El examinador puede reenviar los resultados del ITB a un especialista en tratamiento de heridas, que sabrá al instante el tipo de lesiones con las que está tratando. También puede compartir la HCE del paciente con un cardiólogo en aquellos casos en los que el ITB indique la presencia de heridas con una etiología mixta y se necesite una segunda opinión, ya que las úlceras venosas y arteriales en las piernas requieren tratamientos bastante diferentes.

Las herramientas de diagnóstico modernas para la evaluación del ITB, con compatibilidad integrada con las historias clínicas electrónicas, ofrecen una versatilidad sin precedentes a la hora de facilitar la colaboración entre profesionales sanitarios a través del uso compartido de datos, y contribuyen a la obtención de tratamientos con un mayor ahorro de tiempo y rentabilidad, así como de mejores resultados para los pacientes.