Muchas afecciones podológicas tienen etiologías multifactoriales y requieren un enfoque terapéutico integral. Esta situación suele requerir la inclusión de otros especialistas, especialmente con enfermedades sistémicas, como artritis (reumatología), diabetes (diabetología) y afecciones cardiovasculares (angiología y cardiología). Por tanto, un examen completo en la consulta de podología es una necesidad y también debería incluir un chequeo vascular. Este examen es especialmente importante en el tratamiento de heridas, ya que una perfusión arterial de las extremidades inferiores insuficiente puede ser un síntoma de la enfermedad arterial periférica (EAP), una de las causas principales de la cicatrización deficiente de las heridas. Por tanto, los podólogos que realizan exámenes para detectar la EAP están en una posición única a la hora de identificar pacientes en riesgo y derivarlos a otros especialistas si es necesario. En este artículo, se habla del impacto de los principales factores de riesgo en los pacientes podológicos y de una forma sencilla de examinar a los pacientes en la consulta de podología si pertenecen a un grupo de riesgo de EAP.
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Reconocer y entender el componente genético de las enfermedades ha sido un gran avance médico. Muchas afecciones podológicas habituales son hereditarias, y el podólogo debería preguntar por los antecedentes médicos familiares de todos los pacientes –, no solo en relación con las afecciones podológicas, sino en general. Los estudios demuestran que la genética desempeña un importante papel en más de un centenar de diferentes afecciones podológicas, que abarcan desde las más comunes, como el dedo del pie en martillo, hasta la ectrodactilia [1] [2] [3]. La genética es también un factor de muchas afecciones (normalmente sistémicas) que pueden causar problemas podológicos, empeorar los síntomas y/u obstaculizar el tratamiento. Un ejemplo es la artritis, una enfermedad con una creciente prevalencia [4].
Según las investigaciones, más del 90 % de los pacientes con artritis reumatoide (AR) informa de problemas podológicos, junto con una calidad de vida considerablemente reducida [5]; por ejemplo, algunos de los problemas pueden dar lugar a una reducción de la distancia caminada y a un aumento del riesgo de sufrir caídas. Este aspecto es especialmente preocupante en los pacientes de edad avanzada, ya que el impacto puede ser peor [6] [7] [8] [9]. La edad avanzada es también un factor de riesgo para la AR en sí misma; otros factores de riesgo incluyen el consumo de tabaco, la obesidad y la diabetes [10].
Pese a que la AR es una de las dos enfermedades reumáticas más comunes (la otra es la osteoartritis), su etiología sigue siendo desconocida [11] [12]. Los estudios demuestran la existencia de un fuerte componente genético [13]; por ejemplo, las personas con un historial familiar de AR tienen entre tres y cinco veces más de probabilidades de desarrollar esta afección [14]. La genética también desempeña un importante papel en la diabetes, un creciente problema de salud a nivel mundial.
En 2021, se estimaba que la prevalencia global en personas de edades comprendidas entre los 20 y los 79 años era de 536,6 millones [15] [16]. La diabetes tiene un fuerte componente genético y es un factor de riesgo modificable y no modificable para una variedad de afecciones podológicas. [15] [16]
La diabetes es no modificable cuando hablamos de la diabetes de tipo 1. Representa el 5-10 % de todos los casos y no puede prevenirse o retrasarse a través de modificaciones en el estilo de vida, aunque estas constituyen un importante papel en el control de la enfermedad [17] [18].
En cambio, la diabetes de tipo 2 (hasta el 95 % de todos los casos) puede controlarse o, en algunos casos, incluso prevenirse a través de modificaciones en el estilo de vida si se diagnostica de manera oportuna, ya que muchos pacientes muestran síntomas de prediabetes [19]. Sin embargo, la diabetes de tipo 2 está en auge, debido principalmente a factores de riesgo relacionados con el estilo de vida; algunos de ellos (la obesidad, la falta de actividad física y el consumo de tabaco) también pueden contribuir a problemas podológicos [20] [21] [22].
Los factores mencionados anteriormente aumentan especialmente el riesgo de sufrir enfermedad arterial periférica (EAP), cuya prevalencia está aumentando; se estima que había al menos 230 millones de adultos con EAP en 2021 [23]. Un chequeo para detectar la EAP resulta útil para un podólogo durante un diagnóstico diferencial cuando un paciente se presenta con dolor en las extremidades inferiores (debido a la claudicación intermitente o a otro síntoma). Es posible que un podólogo también dé el primer paso a la hora de diagnosticar la EAP, especialmente si trata a un paciente con úlceras en las piernas, que suelen darse en pacientes con EAP en fase avanzada, diabetes o ambas afecciones.
Los tipos de úlceras más comunes son las úlceras venosas, que representan el 72 % de todos los casos. Las úlceras por insuficiencia arterial (isquémicas) vienen en segundo lugar, con una prevalencia de entre el 10 y el 30 % [25]. El resto son úlceras neuropáticas, úlceras linfáticas, úlceras infecciosas y úlceras de etiología mixta. Las úlceras mixtas suelen ser especialmente difíciles de tratar debido a la comorbilidad con otras enfermedades, normalmente sistémicas [25].
El tratamiento de los dos tipos más comunes de úlceras en las piernas (venosas y arteriales) varía considerablemente, siendo el de estas últimas más complejo y costoso [24]. No obstante, en cualquier caso, los efectos de un tratamiento de las úlceras en las piernas inadecuado, tardío o inexistente son graves y pueden dar lugar a gangrena y amputación del miembro afectado. Esta situación resulta en una mayor mortalidad (la tasa de mortalidad a los 5 años después de la amputación es de aproximadamente el 50 %), así como en una movilidad reducida [26]. En muchos casos, estas complicaciones se deben a una diabetes no diagnosticada o tratada de forma indebida; estos pacientes suelen ser físicamente inactivos o tienen un estilo de vida bastante sedentario antes del diagnóstico de la diabetes (y la aparición de las complicaciones relacionadas). También es probable que tengan sobrepeso u obesidad (más del 90 % de los pacientes con diabetes de tipo 2 tiene un IMC ≥ 25,0 kg/m²) [27].
La obesidad, la falta de ejercicio físico, la diabetes y los problemas cardiovasculares (el diagnóstico de la EAP es indicativo de aterosclerosis sistémica) pueden ir de la mano, lo que da lugar a una menor calidad de vida y a mayores tasas de mortalidad [28]. Desde una perspectiva podológica, un aumento de peso significativo es un factor de riesgo para un dolor en el pie no específico, fascitis plantar crónica (FPC) y dolor en la articulación metatarsofalángica (DAM) [29] [30] [31]. El impacto en el sistema cardiovascular tampoco debería subestimarse, ya que la prevalencia de la obesidad está en aumento [28] [32]. Por suerte, la prevalencia del consumo de tabaco (otro factor de riesgo importante de las enfermedades cardiovasculares) ha disminuido considerablemente, aunque en menor grado en países con ingresos medios y bajos [33].
Las investigaciones han identificado el consumo de tabaco como el único mayor factor de riesgo para el desarrollo de la EAP en ambos sexos. En comparación con las personas que nunca han fumado, la prevalencia de la EAP sintomática es 2,4 veces superior a la de los fumadores actuales y 2,6 veces mayor en los exfumadores [34]. Las mujeres fumadoras presentan un riesgo 20 veces superior que aquellas que nunca han fumado [35].
Se estima que la asociación entre el consumo de tabaco y la EAP es de 2 a 3 veces más fuerte que la del tabaquismo y la incidencia de la enfermedad arterial coronaria (EAC) [36]. Fumar duplica la tasa de importantes episodios de EAC fatales y no fatales en los fumadores en comparación con los no fumadores, y triplica las tasas de enfermedad cerebrovascular, infarto de miocardio agudo (IMA) e insuficiencia cardíaca [37]. Los podólogos pueden ayudar a reducir esta estadística llevando a cabo un breve examen arterial en su consulta en todos los pacientes que pertenecen a grupos de riesgo de EAP.
El índice tobillo-brazo (ITB) es una comparación de la presión arterial en las piernas y en los brazos. Es una prueba no invasiva e indolora. Con el uso del dispositivo automatizado MESI mTABLET ABI, el procedimiento es fácil y rápido, y solo tarda 1 minuto. Los resultados de la medición del ITB se guardan automáticamente en la historia electrónica del paciente y también pueden compartirse de forma inmediata para obtener la opinión de un especialista en formato PDF.
La importancia clínica del ITB no debería subestimarse. Además de ser un indicador fiable de la EAP, un ITB bajo se asocia con:
Cuando un resultado del ITB es bastante alto (superior al 1,30 o 1,40) o no concluyente, puede sospecharse que el paciente sufre arterias no comprimibles (calcificación arterial medial, también conocida como esclerosis de Mönckeberg). En estos casos, es necesario llevar a cabo una medición del índice dedo del pie-brazo adicional (es decir, una comparación de la presión arterial en los dedos del pie y los brazos).
La calcificación arterial medial suele producirse en pacientes con complicaciones diabéticas, enfermedad renal avanzada o artritis reumatoide, por lo que es recomendable para medir el ITB en lugar del IDB en tales casos [45]. El resultado del IDB es más fiable porque la calcificación apenas afecta a las arterias de los dedos del pie [46]. De nuevo, la medición del índice dedo del pie-brazo con MESI mTABLET TBI solo tarda 1 minuto.
Al igual que el ITB, el IDB también tiene un valor pronóstico. Los estudios demuestran una asociación entre un IDB bajo y un aumento del riesgo de ECV recurrente, un progreso de la nefropatía diabética en pacientes con diabetes de tipo 2 y un aumento del riesgo de mortalidad por cualquier otra causa en los pacientes en diálisis [47] [48] [49].
Las mediciones del ITB y del IDB pueden ampliarse fácilmente con la inclusión de otro importante indicador de la salud cardiovascular: la velocidad de onda de pulso (PWV).
Los estudios han hallado que cada aumento de 1 m/s en la velocidad de onda de pulso (PWV) incrementa la mortalidad cardiovascular general un 12-14 %; una PWV carótida-femoral superior a 10 m/s se considera un daño orgánico asintomático en las Directrices ESC/ESC de 2018 para el tratamiento de la hipertensión arterial [50] [51]. Con el uso del sistema de diagnóstico MESI mTABLET, la velocidad de onda de pulso puede evaluarse junto con la medición del índice tobillo-brazo en MESI mTABLET ABI. El usuario solo necesita la aplicación PWV para poder llevar a cabo un examen arterial completo directamente en la consulta de podología.